Resultado de imagen para corrupción en colombia

(Fuente: El Tiempo)

Milena Alexandra González Piñeros[1]

 Este año se ha caracterizado por el alto volumen noticioso en materia de corrupción. En la prensa nacional y regional, los titulares dan cuenta de nuevos detalles sobre las tramas que han soportado la corrupción, que de manera reciente develan las formas en que ésta ha enquistado a la justicia en nuestro país. Recientemente el caso del “cartel de la toga[2]” ha revivido el debate sobre la corrupción en la justicia. Si bien, los discursos mediáticos han orientado este problema como una situación particular y episódica señalando que este caso es aislado, la corrupción en la justicia  es un fenómeno que tiene fuertes raíces y ha sido diagnóstico como uno de los sectores de riesgo de acuerdo al Índice de Transparencia Nacional.

Desde una perspectiva institucionalista, la corrupción como concepto teórico ha sido desarrollada desde diferentes perspectivas, desde la mirada de los organismos internacionales como el Banco Mundial la ha considerado como el abuso de un cargo público para beneficio privado[3]; dentro de la Política Pública Integral Anticorrupción (PPIA) colombiana se indica que la corrupción es “el uso del poder para desviar la gestión de lo público hacia el beneficio privado”. En estas definiciones sobre la corrupción se pueden identificar 3 elementos comunes estructurales: la relación de poder o confianza, el desvío de poder y la obtención de un beneficio para alguien. Para el caso de la justicia como sector dichos elementos cobran mayor relevancia debido a su rol protagónico en administrar la ley en los casos de corrupción, así como por ser referente axiológico sobre el que se construye la sociedad colombiana.  

Kim Jong-Un

 

(Fuente: BBC)

Andrés Gaitán Rodríguez[1]

 

A partir de 1985, Corea del Norte no sólo entró en el club de los Estados nucleares, sino que a partir de este posicionamiento, asumió una política exterior oscilante entre el dialogo y receptividad, y una beligerancia frente al ordenamiento internacional, pues por más que firmó el Tratado de no Proliferación Nuclear (TNP), paralelamente estuvo latente el deseo de emplear la energía nuclear con fines militares, además de negociar la adquisición de ojivas ya fabricadas en otros países como Pakistán. Desde entonces y hasta 1994, cuando finalizó el mandato de Kim Il-Sung (primer integrante de la dinastía Kim en gobernar Corea del Norte) la amenaza constante de convertir a Corea del Norte en un actor con armamento nuclear le dio capacidades a Il-Sung para demandar a los Estados Unidos y las Naciones Unidas (ONU) asistencia internacional representada en millones de dólares, alimentos y energía.

 

Kim Jong-Il (segundo de la dinastía) llevó la intimidación nuclear a otro nivel, a una forma de poder “duro” al asumir una postura más hostil que la de su padre, y enviar un discurso de disuasión a la comunidad internacional. Esto se constató, con el retiro de Corea del Norte del TNP (2003), declarar la posesión efectiva de artefactos de destrucción masiva (2003), llevar a cabo el primer lanzamiento exitoso de misiles de largo alcance (2003), y efectuar diversas pruebas subterráneas para ensayar el funcionamiento y desempeño de dispositivos de fabricación nacional (2006).

Kim Jong-un

(Fuente: BBC)

Yessica Paola Serrano Serrano[1] 

Desde el 5 de agosto del 2017, se han presentado distintos inconvenientes entre los gobiernos de Estados Unidos y Corea del Norte, luego de que Estados Unidos lograra que se aprobaran un conjunto de sanciones en la ONU para Corea del Norte, lo anterior con ayuda de China, histórico aliado del régimen de Kim Jong-Un. Estas sanciones lograrían que un país con tan pocos socios económicos pierda aproximadamente 1.000 millones de ingresos por exportaciones (Mars, 2017)

Producto de estas sanciones, la Agencia Oficial de Corea del Norte (KCNA) emitió un comunicado en el cual aclaraba que si Washington continuaba con las presiones políticas y económicas, se tomarían acciones bélicas con misiles tipo Hwasong-12 que podrían ser lanzados cerca de la isla Guam donde se encuentran dos bases militares estadounidenses y llegarían en un tiempo aproximado de 18 minutos (El País, 2017).

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