La firma del acuerdo, la refrendación y la paz: Alicia perdida en el país de las maravillas

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Indiscutiblemente la paz en un concepto amplio y complejo que vas más a allá de la firma de un acuerdo entre las partes en conflicto, en el caso colombiano entre el Gobierno colombiano y las FARC. En efecto, muchos de los opositores al acuerdo de paz firmado por estas dos partes, el día 26 de septiembre, arguyen que la paz va más allá de la firma de un acuerdo de paz, sin embargo, es necesario profundizar en esta relación que a simple vista parece coherente para identificar las contradicciones que subyacen al argumento.

 

Si se parte de una definición reducida o negativa de paz, en el sentido en el que Johan Galtung (1969, 1985) lo propone, la existencia de la paz estaría determinada por la mera ausencia de conflicto armado o de violencia directa y visible, ejercida intencionalmente por los actores que la llevan a cabo. El fin de los enfrentamientos armados significaría entonces el fin de la guerra y el inicio de la paz.

En un sentido más profundo, el concepto de paz positiva -y como crítica al concepto anterior- va mucho más allá de este requisito y define como elemento central la superación de condiciones propias de la violencia estructural y simbólica, es decir, la armonía del ser humano consigo, con los demás y en su interacción con el ambiente, así como el acceso a condiciones y garantía de derechos fundamentales para el desarrollo de una vida digna a nivel individual y colectivo. Se entiende desde esta perspectiva la violencia como una estructura de relaciones en la que se reproducen relaciones desiguales e injustas que se perpetúan, es así que no existe de antemano la intención de un actor que ejerza deliberadamente la violencia.

A partir de lo anterior, se entiende entonces que la firma del acuerdo de paz entre el Gobierno y las FARC es una condición necesaria para alcanzar cumplir con el principal requisito de la  paz negativa: la superación de la violencia y el conflicto y –específicamente- de la violencia directa y visible, de la fuerza y el uso de las armas; al menos entre estos dos actores, que en las últimas cinco décadas han contribuido a fomentar este la confrontación por vía de las armas, como bien lo reportan CERAC (2016), CINEP (2016) y el CNMH (2013). 

En ese sentido, quienes se oponen al acuerdo paz aciertan al argumentar que la firma del acuerdo no significa la consecución de la paz en el sentido amplio del concepto, es decir, de la paz positiva, sin embargo, al examinar con detalle este supuesto, se encuentra su debilidad: una condición necesaria –incluso indispensable- para la construcción de la paz positiva es la superación de las condiciones y manifestaciones propias de la violencia directa, en nuestro caso la superación de la violencia propia del conflicto armado, a través de un acuerdo de paz.


 

En este sentido, O´Malley (2016), experto negociador irlandés en el proceso de negociación de su propio país y en otros acuerdos de paz como el de Sudáfrica e Irak, bien afirma que, la firma del acuerdo y su respectiva refrendación sienta las bases del inicio de la construcción de una paz integral, en la que dejemos de preocuparnos y de invertir en las armas y podamos empezar a atender a los más vulnerables de nuestras sociedades, lo más pobres (Lederach, 1998). Como bien lo sostiene este experto, decir “NO”, en la refrendación es dar un paso a la oscuridad, a la incertidumbre, dentro la cual las opciones que se abren son básicamente dos: uno, la posibilidad de una nueva guerra; dos, la renegociación del acuerdo, sin la claridad sobre quién liderará este proceso, ni sus resultados.

Es así que los resultados del plebiscito realizado el pasado 2 de octubre ponen en riesgo la posibilidad de implementar con certeza lo pactado en el acuerdo entre la guerrilla de las FARC y el Gobierno colombiano, consecuencia del desacertado análisis por parte del ejecutivo sobre el costo de los riesgos que traía consigo la refrendación del acuerdo. Es por esto que la ratificación del presidente en su el discurso del día 5 de octubre, tras el diálogo con los representantes del no acerca de la plena vigencia de sus facultades, llega tarde. Según lo anunciado se entiende que se abrirá una comisión dirigida a producir un nuevo acuerdo, en medio de la incertidumbre, no sabemos con claridad, cuánto tiempo pueda extenderse este proceso y si finalmente sea posible llegar a un acuerdo. De no haber recurrido a la refrendación no se hubiera arrojado a la incertidumbre la implementación del acuerdo.

En caso de no producirse una re-negociación con resultados en un tiempo prudencial, es posible que el Presidente decida implementar el acuerdo vía decreto. En este caso, contará con el pleno apoyo de la comunidad internacional, la cual evidentemente celebró la firma del acuerdo entre las partes, y brindaría las garantías para su implementación. Sin embargo, gozará de una fuerte oposición, que podría recurrir a la violencia para evitar la reinserción de los desmovilizados de las FARC en la sociedad y la implementación del acuerdo en general. En caso de no hacer uso de sus facultades presidenciales y permanecer abierto al diálogo con los sectores que defienden el no, es posible que el proceso de negociación se dilate y se extienda más allá de las próximas elecciones presidenciales, en las que probablemente, según la intención de voto que marcó el plebiscito, el sector de derecha ascienda al poder, y por ende, no exista voluntad política para refrendar el acuerdo.

En Macondo, el país de las maravillas, Alicia: la paz, está perdida y no encuentra salida, al parecer por ahora la reina de corazones ha impuesto su voluntad y no ha permitido que se construyan las condiciones para superación de una de las principales causas de la violencia directa: el conflicto armado. Se espera que no se ponga en el trono para mandar cortar la cabeza a través de sus vasallos de quienes ponen los muertos en este conflicto, los más pobres del país. Esta historia se resiste a tener fin y quiere seguir siendo contada, tenemos la esperanza de que aún en medio de la incertidumbre, se logre la implementación del acuerdo de paz. De lo contrario, Colombia se convertirá en la reproducción de ejemplos como el de Chipre o Guatemala, en los que la postergación del acuerdo trajo consigo mayor violencia y polarización. Ojalá Alicia pueda reconciliarse con su hermana, la reina de corazones, y traerla de vuelta al país de las maravillas.

 

Referencias

  • Centro Nacional de Memoria Histórica (2013). Basta Ya! Colombia: Memorias de Guerra y Dignidad. Bogotá: CNMH
  • CERAC (2016) Base de datos sobre el conflicto armado colombiano. Bogotá: CERAC.
  • CERAC (2016). Monitor de des escalamiento del conflicto armado interno en Colombia. Bogotá: CERAC.
  • CINEP (2016). Centro de Investigación y Educación Popular. http://www.cinep.org.co/
  • Escola de Cultura de Pau: www.escolapau.org 
  • Fundación Cultura de Paz: www.fund-culturadepaz.org
  • Galtung, J. (1969) Violence, Peace and Peace Research, Journal of Peace Research. No. 27, 3.
  • Galtung, J. (1985): Sobre paz. Barcelona: Fontamar.
  • Lederach, J. (1998): Construyendo la paz. Reconciliación sostenible en sociedades divididas. Bilbao: Gernika Gogoratuz, 
  • O´Malley, P. (1990). Northern Ireland: Questions of Nuance. Irlanda

 

Perfil del Autor

Lady Johana Amaya Panche

Politóloga con énfasis en Relaciones Internacionales. Magister en Estudios Latinoamericanos. Docente-Investigadora. Facultad de Gobierno y Relaciones Internacionales. Universidad Santo Tomás. Correo Institucional: Esta dirección de correo electrónico está protegida contra spambots. Necesita activar JavaScript para visualizarla.

 

 

 

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