(Fuente: La Vanguardia)
Cristhian Fernando Sánchez Giraldo[1]
[1] Profesor titular de la Facultad de Gobierno y Relaciones Internacionales de la Universidad Santo Tomas. Candidato a Ph.D en Ciencia Politica de la Universidad Complutense de Madrid. Profesional en Relaciones Internacionales de la Universidad Jorge Tadeo Lozano, y Magíster en Relaciones Internacionales de la Pontificia Universidad Javeriana. Esta dirección de correo electrónico está protegida contra spambots. Necesita activar JavaScript para visualizarla.
El pasado 30 de mayo de 2018, Colombia fue protagonista en Paris de la histórica firma de la adhesión oficial a la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE), más conocida internacionalmente como el club “de las buenas prácticas” conformada por los 36 países con el mayor nivel de desarrollo económico del mundo. Su principal objetivo es promover y construir políticas económicas y sociales sostenibles entre los estados miembros (países industrializados y en desarrollo), así como propiciar acuerdos comunes en comercio internacional, gobierno corporativo y cooperación transfronteriza, todo ello en el marco del libre mercado.
Pero ¿qué significa realmente para Colombia estar en este selecto Club? ¿Mejoraran con ello los indicadores estructurales de pobreza, desigualdad e inequidad existentes por décadas en el país? O ¿es solo una maniobra político/económica que garantiza en la teoría, reconocimiento internacional y confianza para la inversión extranjera.