(Fuente: Revista Semana, 2016)
César Augusto Niño González[1]
El pasado 27 de junio de 2017 las Farc llevaron a cabo la entrega de 7.000 armas a los observadores acreditados de las Naciones Unidas (Cosoy, 2017). La expectativa sobre el fin de uno de los capítulos del conflicto armado empieza a incrementarse. No obstante, a pesar de la entrega de las armas, en el país aparece un escenario con riesgos implícitos en la post-farcarización.
Durante cinco décadas, las Farc definieron la agenda política, de seguridad y hasta económica de Colombia (Aravena, 2013). La farcarización de la agenda omitió problemas estructurales que se escapaban de toda lógica fariana, lo que llevó a un vicio estratégico en cuanto a la definición propia de la violencia en el país. Las instituciones funcionaban a merced de dicho vicio y dejaron problemas implícitos de toda naturaleza fuera de los puntos neurálgicos de la arquitectura política. A saber, la farcarización de la agenda fue una bala de oxígeno para eludir responsabilidades y al mismo tiempo, oportunidad para involucrar irresponsablemente la definición de los asuntos del país.
La experiencia en materia de terminación de conflictos armados internos ha demostrado que luego de estos, hay una creciente y sostenida tendencia de aumento en la criminalidad y de fragmentación de la violencia (Niño, 2016). La violencia, debe analizarse no tanto como el escenario de destrucción social, sino, como vaso comunicante para nuevas oportunidades en lo estructural y coyuntural.
Teniendo en cuenta lo anterior y partiendo de que los problemas en Colombia no se acaban con el fin de las Farc, aludir a que con la superación de las armas en el contexto colombiano se alcanza una plenitud de estabilidad, es per se una contradicción (Niño & Palma, 2017). En ese sentido, teniendo en cuenta que casi la mitad de los acuerdos de paz fracasan durante los cinco primeros años de implementación (Hudson, 2011) es menester advertir los riesgos inminentes de una post-farcarización.
En primer lugar están los mercados de la violencia. Esta categoría hace énfasis en la violencia como servicio intercambiable, es decir, eventos en los cuales las relaciones sociales tienen las armas como vehículos comunicacionales y existe un lucro en cuanto a oferta y demanda por los servicios. Este mercado estará copado por actores armados ilegales, derivados de las organizaciones tradicionales y mutación de otros. Un punto ciego para los operadores de seguridad y de justica.
En segundo lugar se encuentran los territorios desgobernados. La post-farcarización conlleva a la configuración de espacios vacíos en los cuales tiende a establecer territorios desgobernados (Rabasa, y otros, 2007). Zonas pardas en las cuales los mercados de la violencia tienden a fortalecer la oferta de servicios. De tal manera, los territorios son controlados de modo subalterno y no convencional por grupos paraestatales que, en algunas zonas, representan la autoridad incluso legítima gracias a la constante ausencia del Estado. Es menester que desde la institucionalidad se construya legitimidad; no se trata de recuperarla porque no se puede recuperar algo que no se ha tenido.
En tercer lugar la debilidad institucionalidad. Los mercados de la violencia y los territorios desgobernados fungen como caldos de cultivo que deja en evidencia la fragilidad de las instituciones en el país. La post-farcarización es la ventana plausible que ha dejado al desnudo grandes asuntos pendientes en materia de políticas públicas y de seguridad, en efecto, ha dejado en evidencia que Colombia con o sin Farc es un Estado inconcluso.
Finalmente, los riesgos inminentes en un escenario sin Farc son procesos que denotan cuestiones estructurales que no son directamente proporcionales al grupo armado, de hecho, la violencia se ha definido como un riesgo implícito en la transformación de la seguridad en Colombia. El desarme de las Farc, si bien representa un hito en la noción de victoria por la vía negociada, no implica una anulación de la violencia ni de actividades convergentes alrededor de ella. La post-farcarización de la nación es una invitación a concluir un episodio de la historia del país, pero también es el comienzo de riesgos implícitos que forjarán de alguna manera una nueva arquitectura de la violencia y la administración del Estado.
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[1] Ph.D. en Cuestiones Actuales del Derecho Internacional. Magister en Seguridad y Defensa Nacionales. Politólogo e Internacionalista. Director del Centro de Investigación y profesor de Relaciones Internacionales de la Facultad de Gobierno y Relaciones Internacionales de la Universidad Santo Tomás. Asesor e investigador del Departamento de Estrategia de la Escuela Superior de Guerra “General Rafael Reyes Prieto”.
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Referencias
Aravena, F. (2013). Nuevo contexto global y nuevo mapa político latinoamericano. En A. Bonilla, & M. Ortíz, El papel político, económico, social y cultural de la comundad iberoamericana en nuevo contexto mundial (pág. 37). San José: Banco de Desarrollo de América Latina.
Cosoy, N. (27 de junio de 2017). ¿Por qué no hay euforia en Colombia con la entrega de armas de las FARC? Obtenido de BBC: http://www.bbc.com/mundo/noticias-america-latina-40396081
Hudson, H. (2011). La violencia de la construcción de la paz neoliberal en África: analizando sus "trampas" a través de un lente de género. Relaciones Internacionales, 73.
Niño, C. (9 de mayo de 2016). El Salvador: armas y violencia como servicios intercambiables. Obtenido de Foreign Affairs Latinoamérica: http://revistafal.com/el-salvador-armas-y-violencia-como-servicios-intercambiables/
Niño, C., & Palma, D. (2017). Colombia en mutación: del concepto de posconflicto al pragmatismo del conflicto. en prensa.
Rabasa, Á., Boraz, S., Chalk, P., Cragin, K., Karasik, T., Moroney, J., . . . Peters, J. (12 de agosto de 2007). Ungoverned territories: understanding and reducing terrorism risks. Obtenido de RAND Corporation: http://www.rand.org/pubs/monographs/MG561